miércoles, 25 de marzo de 2009

Humo

Humo

¿Cuándo me vas a entender?
¿Cuándo te vas a dar cuenta?
Estoy parada en tu mundo de
confusa luz perversa
y aunque hay días que sueño
con el escape perfecto de tu
terrible prisión, me quedo,
de nuevo, parada.

Algún día me vas a ver,
en tu rostro se reflejaran
todos mis demonios, todas
mis tristezas, todas las llamaradas
que fundí dentro de mi
insensato interior.

Algún día (alguno será, algún...)
me vas a ver y como el humo
se disiparan todas tus dudas,
todas tus palabras de miseria,
de dolor y de malsana agonía.

Como el humo se iran despedazando
se iran evaporando, se iran sublimando.
Como el humo, se llenaran de penumbra
de aroma y de calidez. Y algún día
incauto de sol y de sombra, te
encontrarás con todo lo que soy
lo que fui y lo que pude haber
sido, lo que veo, lo que escondo
y lo que pretendo ser...

Algún día, tú abrirás los ojos.

lunes, 23 de marzo de 2009

Desamor

Desamor
de Rosario Castellanos

Me vio como se mira al través de un cristal
o del aire
o de nada.

Y entonces supe: yo no estaba allí
ni en ninguna otra parte
ni había estado nunca ni estaría.

Y fui como el que muere en la epidemia,
sin identificar, y es arrojado
a la fosa común.

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Busco el contrario, la antítesis de lo que estoy viviendo. Hoy soy feliz... Extrañamente. Hoy sólo me queda el recuerdo, y el recuerdo solo es suficiente. Ya no necesito andar buscando razones. Ahora lo entiendo todo.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Heces

Heces
de César Vallejo

Esta tarde llueve, como nunca; y no
tengo ganas de vivir, corazón.

Esta tarde es dulce. Por qué no ha de ser?
Viste gracia y pena; viste de mujer.

Esta tarde en Lima llueve. Y yo recuerdo
las cavernas crueles de mi ingratitud;
mi bloque de hielo sobre su amapola,
más fuerte que su “No seas así!”

Mis violentas flores negras; y la bárbara
y enorme pedrada; y el trecho glacial.
Y pondrá el silencio de su dignidad
con óleos quemantes el punto final.

Por eso esta tarde, como nunca, voy
con este búho, con este corazón.

Y otras pasan; y viéndome tan triste,
toman un poquito de ti
en la abrupta arruga de mi hondo dolor.

Esta tarde llueve, llueve mucho. ¡Y no
tengo ganas de vivir, corazón!

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Hoy leí este poema para mi clase de análisis de textos... y vaya... me dejó anonadada, desde el título hasta el último punto de exclamación. Al principio me pareció un poema más de desamor; pero al leerlo por segunda y tercera vez me cayó el veinte, es el poeta el que se culpa por lo que pasó, el poeta se hace responsable de sus errores. Como me gustaía poder hacer eso, como me gustaría que todo mundo pudiera. Hoy me sentí identificada... creeme, la del poema soy yo.


sábado, 14 de marzo de 2009

Otro poema de los dones

Otro poema de los dones
de Jorge Luis Borges

Gracias quiero dar al divino
laberinto de los efectos y las causas
por la diversidad de las criaturas
que forman este singular universo,
por la razón, que no cesará de soñar
con un plano del laberinto,
por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises,
por el amor, que nos deja ver a los otros
como los ve la divinidad,
por el firme diamante y el agua suelta,
por el álgebra, palacio de preciosos cristales,
por las místicas monedas de Ángel Silesio,
por Schopenhauer,
que acaso descifró el universo,
por el fulgor del fuego
que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo,
por la caoba, el cedro y el sándalo,
por el pan y la sal,
por el misterio de la rosa
que prodiga color y que no lo ve,
por ciertas vísperas y días de 1955,
por los duros troperos que en la llanura
arrean los animales y el alba,
por la mañana en Montevideo,
por el arte de la amistad,
por el último día de Sócrates,
por las palabras que en un crepúsculo se dijeron
de una cruz a otra cruz,
por aquel sueño del Islam que abarcó
Mil Noches y una Noche,
por aquel otro sueño del infierno,
de la torre del fuego que purifica
y de las esferas gloriosas,
por Swendenborg,
que conversaba con los ángeles en las calles de Londres,
por los ríos secretos e inmemoriales
que convergen en mí,
por el idioma que, hace siglos, hablé en Nortumbria,
por la espada y el arpa de los sajones,
por el mar, que es un desierto resplandeciente
y una cifra de cosas que no sabemos,
por la música verbal de Inglaterra,
por la música verbal de Alemania,
por el oro, que relumbra en los versos,
por el épico invierno,
por el nombre de un libro que no he leído: Gesta Dei per Francos,
por Verlaine, inocente como los pájaros,
por el prisma de cristal y la pesa de bronce,
por las rayas del tigre,
por las altas torres de San Francisco y de la isla de Manhattan,
por la mañana en Texas,
por aquel sevillano que redactó la Epístola Moral
y cuyo nombre, como él hubiera preferido, ignoramos,
por Séneca y Lucano, de Córdoba,
que antes del español escribieron
toda la literatura española,
por el geométrico y bizarro ajedrez,
por la tortuga de Zenón y el mapa de Royce,
por el olor medicinal de los eucaliptos,
por el lenguaje, que puede simular la sabiduría,
por el olvido, que anula o modifica el pasado,
por la costumbre,
que nos repite y nos confirma como un espejo,
por la mañana, que nos depara la ilusión de un principio,
por la noche, su tiniebla y su astronomía,
por el valor y la felicidad de los otros,
por la patria, sentida en los jazmines
o en una vieja espada,
por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron el poema,
por el hecho de que el poema es inagotable
y se confunde con la suma de las criaturas
y no llegará jamás al último verso
y varía según los hombres,
por Frances Haslam, que pidió perdón a sus hijos
por morir tan despacio,
por los minutos que preceden al sueño,
por el sueño y la muerte,
esos dos tesoros ocultos,
por los íntimos dones que no enumero,
por la música, misteriosa forma del tiempo.

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Hay tantas cosas por las cuales agradecería y tantas otras por las que no. A veces agradezco por tí, a veces no lo hago. A veces agradezco por todo y tantas veces no hay nada por que agradecer. Hoy sólo agradezco por lo que me resta de cordura.


miércoles, 4 de marzo de 2009

Poema de la despedida

Poema de la despedida
de José Ángel Buesa

Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.
Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste... No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

Este cariño triste, y apasionado, y loco,
me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé mucho... no sé si te amé poco;
pero sí sé que nunca volveré a amar así.

Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.

Te digo adiós, y acaso, con esta despedida,
mi más hermoso sueño muere dentro de mí...
Pero te digo adiós, para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en ti.


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Todos nos estamos despidiendo de algo, yo me despido de tí, y tú de alguien más también te estás despidiendo. Todos tenemos algo de que despedirnos, de hábitos viejos y cansados, de alegrías pasadas que no van a repetirse, de recuerdos fibrosos que nos anegan en al interior... Todos nos estamos despidiendo, yo de tí y tú de alguien más.

domingo, 1 de marzo de 2009

Creo que siempre habrá un lugar...

Un lugar

Creo que siempre habrá un lugar,
un lugar dónde vea tu cabeza
y su sombra sobre mi almohada.

Un lugar dónde el rocío no logre
mojar todo lo que siento con
esperanzas falsas y palabras
de aliento con sabor a mentira.

Siempre habrá un lugar dónde
te permita esconderte dentro
de mi propia cabeza y jugar.

Dónde no haya luz ni sombra,
un lugar lleno de la paciencia
que perdí y todo el aprecio que
tomaste, un lugar dónde no te vea
todos los días, un lugar dónde no
tenga que esperar tu regreso o tu
decisión.

Siempre habrá un lugar,
dónde tú no existes
y no me llamas a cada paso
y mirada que doy o luzco.

Siempre habrá un lugar dónde
no tenga que esconderme de tu
ausencia, dónde no tenga que
temer de tu voz o de tu flama.

Siempre encontraré ese lugar
cerca de recuerdos vagos,
de mi vida antes de la vida,
cerca de todo lo que nunca pasó.