martes, 25 de junio de 2013

¿CUÁL ES LA mujer que recordamos


[¿CUÁL ES LA mujer que recordamos...] de Rubén Bonifaz Nuño

¿CUÁL ES LA mujer que recordamos
al mirar los pechos de la vecina
de camión; a quién espera el hueco
lugar que está al lado nuestro, en el cine?
¿A quién pertenece el oído
que oirá la palabra más escondida
que somos, de quién es la cabeza
que a nuestro costado nace entre sueños?

Hay veces que ya no puedo con tanta
tristeza, y entonces te recuerdo.
Pero no eres tú. Nacieron cansados
nuestro largo amor y nuestros breves
amores; los cuatro besos y las cuatro
citas que tuvimos. Estamos tristes.
Juntos inventamos un concierto
para desventura y orquesta, y fuimos
a escucharlo serios, solemnes,
y nada entendimos. Estamos solos.

Tú nunca sabrás, estoy cierto,
que escribí estos versos para ti sola;
pero en ti pensé al hacerlos. Son tuyos.

Ustedes perdonen. Por un momento
olvidé con quién estaba hablando.
Y no sentí el golpe de mi ventana
al cerrarse. Estaba en otra parte. 

 Los demonios y los días, 1956


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La poesía de Rubén Bonifaz es la que más me ha marcado en años recientes junto a la de Federico García Lorca. Eso es todo.




lunes, 15 de abril de 2013

Rento mi vida amueblada mientras regresas

Rento mi vida amueblada mientras regresas de Alejandro Páez Varela

PUBLICADO EN DÍA SIETE
Bloqueé mi página en Facebook porque no me voy a aprender el password tan fácilmente, como quieren, y lo cambié a diario hasta que alguien sin rostro me notificó que estoy fuera. Me siento tan débil que si una hoja hace ruido al caer, olvidaré las claves de acceso al administrador de mi blog y al de cuatro sitios; a mis tres correos obligatorios, a los cuatro contadores de hits que verifico, a los 10 diarios online que debo leer por la mañana. No recuerdo los pins de mis tarjetas de débito y voy en persona al banco para proveerme de efectivo. Colapsé cuando me pidieron el número de empleado en el periódico en el que trabajo, y respondí con un gruñido cuando me detuvo una patrulla y un agente preguntó por la tarjeta de circulación. Renuncié a la licencia de conducir.
Me senté a escuchar a Bach y recordé que un borracho golpeó mi chelo y debo pagar una millonada por repararlo. La lavadora automática silva canciones chinas cuando termina un ciclo de secado. Si hay un apagón, el no-break de mi computadora brinca en pitidos que me hacen pensar en las voces de los que llaman a la Compañía de Luz y Fuerza para exigir que les devuelvan una parte de sus vidas.
El clip del Word de Microsoft me tiene hasta la madre con su ceja levantada. La risa del dependiente-lleno-de-espinillas en la papelería me ha dejado sin cartucho de tinta para la impresora. Los controles del Wii están descargados justo cuando quiero usar el Wii Fit. El iPhone es mi único consuelo a pesar de que me molesta su autosuficiencia. No junto las estampillas de descuento de Starbucks, Subway o Pizza Hut y me gano la burla de sus empleados. No soy invitado especial de Cinemex. No hago mi manifiesto cuando salgo de Texas después de visitar a mis padres. No me persigno frente a una iglesia. No repito la oración que me enseñó mi madre aunque recuerdo los cánticos y hosanna en las alturas, y he aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.
No guardo los DVD aunque se rayen. No cambio los CD de mi carro y oigo, entonces, solamente seis. No acomodo los libros en orden alfabético ni por autores ni por temas ni por nada, y no terminé la escuela. Creo en la verdad y aún así miento. Me aferro a lo que me cuelgo en el pecho y si el aria alcanza un infinito cierro los ojos para que se me olvide todo lo anterior.
Me alegro cuando el commendatore me invita al infierno. Me duelen las mujeres que no saben de antemano que soy estéril. Rebuzno porque soy intolerante con mi propia voz.
No piso las rayas de la banqueta. No vuelvo a las cocinas que huelen a pápalo. Río para que el chiste sea obvio. Mimo a mis perros porque soy yo en ellos. No rasco los muebles de rattan porque no soy gato. No consigo conciliar el sueño. No renuncio a imaginar que todavía me quieres. No dejo de pensar en ti un solo día de mi vida, y a veces, cuando el mundo se me viene encima, repito tu nombre porque no es un conjuro y no me salvará.
Rento mi vida amueblada mientras regresas. Me siento en la orilla del banco para ver si me caigo de tu lado. Lloro si una burbuja en la bañera tiene el corte de cabello con el que te conocí, porque me entera de un mundo que no permite soñar.


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Sé que esto es prosa, pero lo publico porque es muy bonito, así de sencillo.

sábado, 30 de marzo de 2013

Madrigal

Madrigal
de Gutierre de Cetina

Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué si me miráis miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.


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Pues si no vas a hablarme, mírame por lo menos. Deja que mis ojos te digan lo que mi voz no puede.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Otras vidas, otros mundos y al final un poema de amor


Otras vidas, otros mundos y al final un poema de amor
de Bob Hicok, trad. de Daniela Birt

Mi mano izquierda vivirá más que mi derecha. Los ríos
de mis palmas me lo anuncian.
Nunca le discutas a los ríos. Nunca esperes que tus vidas terminen
al mismo tiempo. Creo

que rezando, creo que aplaudiendo es como las manos sufren. Yo creo
que permanecer despierto y esperar
el suspiro de una pintura es ciencia. En otro mundo esto
es justo lo que está ocurriendo,

es de lo que escriben ponencias: la cromodinámica
de Murmulladotes sufrientes,
el dolor sonoro y la decadencia en beta del “Old Battersea Bridge”.
Me gusta la idea de distintos

allís y esos otros lugares, un Idaho conocido por su bluegrass,
un Bronx donde la gente habla
como las violetas huelen. Quizás soy un tanto paciente, algo más
amable, quizás en un escondrijo

de un universo alterno nunca he ensuciado ni traicionado
a nadie. Aquí tengo
dos manos y estás desvaneciéndose, la curva de tu espalda
para reposar mi mejilla,

tu voz y nada más que mi asiduo miedo a adorarte.
Mis manos están hendidas
como una telaraña herida por el viento, como si se hubieran asido
a algo en el vientre

mas no pudieron aferrarse. Uno de esos otros mundos
o una vida que sentí
atravesar la mía, o el mar dentro de la panza que mi madre
tuvo que sacar a gritos.

Aquí cuando digo “Nunca quiero estar sin ti”
en otro lado estoy diciendo
“Nunca quiero estar sin ti otra vez”. Y cuando te toco
en todos los lugares donde nos encontramos

en todas las vidas en las que estamos, es con manos que mueren
y reviven.
Cuando no te toco es un error en cualquier vida,
en todos los lugares y por siempre.
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La traducción es mía, el poema también, como lectora claro, porque ha estado conmigo mucho tiempo y regreso a él cada que lo necesito.