Tú no eres yo
Repito tu nombre porque no es una plegaria,
repito tu nombre en la caverna que cargo sobre el cuello,
repito tu nombre cual conjuro profético que hará
que me desvanezca y deje de ser.
Repito tu nombre como si fuera una oración
esperando invocarte, pero los dioses nunca responden
y en eso son similares. Una y dos veces escucho el sonido
de mi propia voz retumbando como un eco demoniaco
en las paredes de mi cuarto interior, la voz que solía
pertenecerme siempre dice lo mismo:
"Imagino que regresas..."
Nunca permito que profiera más palabras,
nunca me permito imaginar lo que pasa después.
No es sano, pero yo nunca he estado sana,
o eso le dije a mi psiquiatra la última vez que lo vi
y me recordó que yo soy el monstruo que
en mis sueños asesina aldeas enteras
por el simple gusto de ver el fuego subir y volar
y perderse con el cielo opaco.
Me imagino que regresas, y eso es todo.
Me imagino que regresas y a veces suelo recordar tu cara
como algo que no fue, como algo que no pasó.
Me incito a recordar que no eres yo:
por eso no regresarás.
domingo, 16 de octubre de 2011
sábado, 12 de marzo de 2011
Las cosas que me callo
Tríptico
III
Las cosas que me callo
de Carlos Marzal
Tu amor y el mío, el nuestro,
consiste en una prolongada dememoria.
Al parecer se te ha olvidado
que la decencia la tenías ya echada a perder
mucho antes de que yo entrara a tu vida.
Olvidas, cuando dices las cosas que dices,
que no soy tu tema predilecto de charla
y que tus amigas, las pobres,
eclipsan nuestros juegos de alcoba.
No te quieres dar cuenta de que amarme,
por lo común, ya no es un riesgo,
sino un hábito digno de mejor recompensa.
Y en cuanto a los domingos
(que son inevitables, como dices),
siguen siendo tan tristes, aunque no tan vacíos.
Yo me callo, pongamos por caso,
que sabrías perderte por ti misma
y que la huella de mi vida en la tuya
será insignificante, como insignificantes
serán nuestras dos vidas en la vida del mundo.
Tu amor y el mío, el nuestro,
consiste al parecer en mezclar los silencios
con aquello que esperamos oír
en los momentos más necesitados.
Y supongo que no hay un buen motivo
para que lo digamos todo.
Lo único cierto es que yo viviría mejor,
si te pusiera a precio en las esquinas.
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III
Las cosas que me callo
de Carlos Marzal
Tu amor y el mío, el nuestro,
consiste en una prolongada dememoria.
Al parecer se te ha olvidado
que la decencia la tenías ya echada a perder
mucho antes de que yo entrara a tu vida.
Olvidas, cuando dices las cosas que dices,
que no soy tu tema predilecto de charla
y que tus amigas, las pobres,
eclipsan nuestros juegos de alcoba.
No te quieres dar cuenta de que amarme,
por lo común, ya no es un riesgo,
sino un hábito digno de mejor recompensa.
Y en cuanto a los domingos
(que son inevitables, como dices),
siguen siendo tan tristes, aunque no tan vacíos.
Yo me callo, pongamos por caso,
que sabrías perderte por ti misma
y que la huella de mi vida en la tuya
será insignificante, como insignificantes
serán nuestras dos vidas en la vida del mundo.
Tu amor y el mío, el nuestro,
consiste al parecer en mezclar los silencios
con aquello que esperamos oír
en los momentos más necesitados.
Y supongo que no hay un buen motivo
para que lo digamos todo.
Lo único cierto es que yo viviría mejor,
si te pusiera a precio en las esquinas.
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Nuestro amor es inexistente, ridículo y anhelante. Como todos tus amantes marchitos e idiotas. Como todos los pájaros de tristeza que decidieron anidar en mi mente. Como mi destazado corazón, como tu infantil memoria. Como los días que desperdiciamos y las palabras que no supimos decir. Nuestro amor es una montaña de sombras, es un cúmulo de polvo. Es un animal muerto, atropellado por un ebrio al volante.
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