de José Ángel Buesa
Todavía te busco mujer que busco en vano,
mujer que tantas veces cruzaste mi sendero,
sin alcanzarte nunca cuando extendí la mano
y sin que me escucharas cuando dije: "te quiero..."
Y, sin embargo, espero. Y el tiempo pasa y pasa.
Y ya llega el otoño, y espero todavía:
De lo que fue una hoguera sólo queda una brasa,
pero sigo soñando que he de encontrarte un día.
Y quizás, en la sombra de mi esperanza ciega,
si al fin te encuentro un día, me sentiré cobarde,
al comprender, de pronto, que lo que nunca llega
nos entristece menos que lo que llega tarde.
Y sentiré en el fondo de mis manos vacías,
más allá de la bruma de mis ojos huraños,
la ansiedad de las horas convirtiéndose en días
y el horror de los días convirtiéndose en años...
Pues quizás esté mustia tu frente soñadora,
ya sin calor la llama, ya sin fulgor la estrella...
Y al no decir: "¡Es ella!" - como diría ahora -,
seguiré mi camino, murmurando: "Era ella..."
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No entenderé nunca lo que pasa por tu cabeza. No sé si me interesa averiguarlo, pero lo que siento y sentiré por tí no es de las cosas que se esfuman ni se desvanecen.
Puedo con tu silencio y puedo con tu castigo, hasta puedo con tu indiferencia. Pero no sé si pueda contra la espera infinita de una respuesta o de una señal. Si me pidieras que lo dijera, lo diría. Pero cómo nunca me pides nada, no lo diré. Aunque eso sea lo que yo sienta.
1 comentario:
Triste poema, pero ciertamente bueno.
Como dicen la esperanza es lo último que muere. Pero siempre xiste la eutanacia.
Xoxo
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