de Arthur Rimbaud
Lejos de los pájaros, de los rebaños, de los aldeanos,
bebía, acurrucado en un brezal
rodeado de tiernos bosques de avellanos,
en una niebla del atardecer tibio y verde.
¿Qué podía yo beber en este joven Oise,
olmos sin voz, césped sin flores, cielo cubierto;
qué sacaba de la calabaza de yaro?
Un licor de oro, insípido que hace sudar.
Tal, yo hubiera sido mala insignia de posada.
Después la tormenta cambió el cielo, hasta el anochecer.
Fueron países negros, lagos, varas,
columnatas bajo la noche azul, estaciones.
el agua de los bosques se perdía sobre las arenas vírgenes,
el viento, del cielo, arrojaba témpanos a los mares...
¡Bien! ¡Como un pescador de oro o mariscos,
decir que no ha tenido inquietud de beber!
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Así que Rimbaud, siempre me logra encantar. Hoy, aunque desconcertada y algo confundida, estoy feliz. Estoy feliz por una razón: ya he dado el primer paso hacia adelante. El resto... el resto es una carcajada.
1 comentario:
Luego hay que hablar sobre el poema, chica.
A reír se ha dicho! :D
XOXO
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