Décimas de nuestro amor
de Xavier Villaurrutia
I
A mí mismo me
prohibo
revelar nuestro secreto
decir tu nombre completo
o
escribirlo cuando escribo.
Prisionero de ti, vivo
buscándote en la
sombría
caverna de mi agonía.
Y cuando a solas te invoco,
en la
oscura piedra toco
tu impasible compañía.
II
Si nuestro amor
está hecho
de silencios prolongados
que nuestros labios cerrados
maduran dentro del pecho;
y si el corazón deshecho
sangra como la
granada
en su sombra congelada,
¿por qué dolorosa y mustia,
no
rompemos esta angustia
para salir de la nada?
III
Por el temor de
quererme
tanto como yo te quiero,
has preferido, primero,
para
salvarte, perderme.
Pero está mudo e inerme
tu corazón, de tal
suerte
que si no me dejas verte
es por no ver en la mía
la
imagen de tu agonía:
porque mi muerte es tu muerte.
IV
Te alejas de mí
pensando
que me hiere tu presencia,
y no sabes que tu ausencia
es más dolorosa cuando
la soledad se va ahondando,
y en el
silencio sombrío,
sin quererlo, a pesar mío,
oigo tu voz en el eco
y hallo tu forma en el hueco
que has dejado en el vacío.
V
¿Por qué dejas
entrever
una remota esperanza,
si el deseo no te alcanza,
si nada
volverá a ser?
Y si no habrá amanecer
en mi noche interminable
¿de qué sirve que yo hable
en el desierto, y que pida
para
reanimar mi vida,
remedio a lo irremediable?
VI
Esta
incertidumbre oscura
que sube en mi cuerpo y que
deja en mi boca
no sé
que desolada amargura;
este sabor que perdura
y, como el
recuerdo, insiste,
y, como tu olor, persiste
con su penetrante
esencia,
es la sola y cruel presencia
tuya, desde que partiste.
VII
Apenas has
vuelto, y ya
en todo mi ser avanza,
verde y turbia, la esperanza
para decirme: "¡Aquí está!"
Pero su voz se oirá
rodar sin eco en
la oscura
soledad de mi clausura
y yo seguiré pensando
que no
hay esperanza cuando
la esperanza es la tortura.
VIII
Ayer te soñé.
Temblando
los dos en el goce impuro
y estéril de un sueño oscuro.
Y sobre tu cuerpo blando
mis labios iban dejando
huellas, señales,
heridas...
Y tus palabras transidas
y las mías delirantes
de
aquellos breves instantes
prolongaban nuestras vidas.
IX
Si nada espero,
pues nada
tembló en ti cuando me viste
y ante mis ojos pusiste
la verdad más desolada;
si no brilló en tu mirada
Un destello de
emoción,
la sola oscura razón,
la fuerza que a ti me lanza,
perdida toda esperanza,
es...¡la desesperación!
X
Mi amor por ti ¡no
murió!
Sigue viviendo en la fría,
ignorada galería
que en mi
corazón cavó.
Por ella desciendo y no
encontraré la salida,
pues será toda mi vida
esta angustia de buscarte
a ciegas, con la
escondida
certidumbre de no hallarte.
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Me deja sin palabras, o sin ganas de hablar, sólo con ganas de soñarte y dejar que el vuelo soplé desde el interior y no se vaya nunca.
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