de Rosario Castellanos
Matamos lo que amamos. Lo demás
no ha estado vivo nunca.
Ninguno está tan cerca. A ningún otro hiere
un olvido, una ausencia, a veces menos.
Matamos lo que amamos. ¡Que cese ya esta asfixia
de respirar con un pulmón ajeno!
El aire no es bastante
para los dos. Y no basta la tierra
para los cuerpos juntos
y la ración de la esperanza es poca
y el dolor no se puede compartir.
El hombre es animal de soledades,
ciervo con una flecha en el ijar
que huye y se desangra.
Ah, pero el odio, su fijeza insomne
de pupilas de vidrio; su actitud
que es a la vez reposo y amenaza.
El ciervo va a beber y en el agua aparece
el reflejo de un tigre.
El ciervo bebe el agua y la imagen. Se vuelve
—antes que lo devoren— (cómplice, fascinado)
igual a su enemigo.
Damos la vida sólo a lo que odiamos.
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¿Cómo pasó? No lo sé, pero me alegra. He conocido a alguien que me alegra el día sólo con estar ahí. Hace años que eso no me pasaba, desde hace 5 años no me embargaba tremenda sensación de conocer mejor a alguien... Con suerte esta vez me irá tan bien o mejor que en esa ya tan hablada ocasión.
1 comentario:
Iiiiiiiiiiiiiiii!
A D le gusta alguien!!!
Jijijiji
Xoxo
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