de Rubén Bonifaz Nuño
A tu puerta llamé. No estabas.
Aspas de viaje te arrancaron.
¿Quién volverá cuando regreses?
Viento sin recuerdos, en la noche
se envuelve de inútiles presagios.
Dicen que la vida prosigue.
Entre nieves remotas, luces
que desconozco, abro los brazos
-lazarillos a ciegas-; busco.
Desde aquí, junto a la oreja sorda
amo en secreto, y enmudezco.
Dicen que la vida no perdona.
A tu puerta llego, y sin mirarte,
maravillado te contemplo.
¿Regresaste, vives, te escondiste?
Frente a tu casa silenciosa
-pienso que estás-, no llamo. Espero.
Y pasa la vida, y se detiene.
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Gracias por estar conmigo cuando te quise. Gracias por enseñarme cómo debía de verse el amor. Gracias por estar a mi lado mientra yo luchaba por encontrarme en un mundo que parecía estar hecho de sombras. Gracias por tu oído y por tu frenética risa clara y transparente. Gracias por enseñarme a decirte no y por liberarme de las cadenas que me impuse alrededor del cuerpo.
Gracias por estar ahí y por haberme amado.
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