domingo, 21 de septiembre de 2008

La realidad de lo inexistente ... La inexistencia de la realidad

La realidad de lo inexistente
de F. Vallín

El eco de tus palabras resonando en este vació existencial que acabas de regalarme, me invita a enfrentarme con un espejo. Intento sostenerme de pie frente a el, no logro ver mi sonrisa. Pienso que la debilidad de tu ausencia me hizo perderla, luego así me doy cuenta que ahí esta: empañada en lágrimas. Esperando ver mi reflejo me doy cuenta que soy solo soledad apoderada en este cuerpo imperfecto. Entrando en un estado de remodelación, intentando perfeccionarme para ti logro ver mi poca sensatez luchando contra el delirio de tus promesas.Ahí es donde encuentro la solución a este contraste perfecto; a este diluvio de lágrimas que al formar una inundación de decepciones lentamente mojan la sequía de tu represión. Estoy necesitada de un exorcismo del efímero espejismo que fue tu amor. La sombra del estruendo que causó tu silencio me susurra que esta irrealidad de lo existente fue el preludio para este discernimiento de destinos, convirtiéndonos solo en una realidad olvidada.

Incitándome a serle infiel a mi propia seguridad, me sumerjo en este suicidio de sentimientos.
Fugazmente, el sentido de esto a lo que vanamente llamamos vida dio un vuelco inesperado, se ha desubicado en la pulcra inmundicia de tu desapego.
El hastío de besar tu ausente presencia me provoca un casi desapercibido soplo de este anhelo que solloza. Recobrando la cordura vuelvo a sentirte como un tibio escalofrío dentro de esta alma penitente cuya retrograda sensación de no tenerte me envuelve en esta austeridad de reacciones. Pero se que el estrago que precede esta pérdida, será recompensado con una eterna estadía de recuerdos.



La inexistencia de la realidad
de Dann Birt

¿Es ésta la realidad de lo inexistente?
Con grandilocuencia te expresaste y en
tu virtuosismo me engañé, con o sin estragos
los problemas nos vencieron y las promesas rotas
no nos permiten respirar. No te echaré la culpa
aunque a mí tú me la eches; en cristales
rotos habíamos navegado demasiado tiempo ya;
demasiado desgarradas estaban ya nuestras
ilusiones.

Pellízcame, pues no puedo creer…
una realidad tan asolada, tan fría, tan gris,
tan absurda en su descuido, tan lejana a ti
y tú a mí. ¿Existes? Si ya no te veo, ni te
siento, ni tu risa permea mi ambiente, será que
ya no existes; si de ti no hay rastros en mi piel,
es que la vida te ha borrado, incluso de mi ser.

No serás ni un recuerdo, ni un suspiro
de verdad, ni tu brisa purpúrea volverá
a cubrir de perfume mis penas y temores.

Esta es la inexistencia de la realidad,
el ímpetu de lo bizarro y el absurdo de
tu dolor. En féretro yacerá lo que un
día tuvimos, tranquilo y muerto, azul
y deshecho; y la intensidad de la llamarada
es ahora ceniza y polvo. Sólo una mancha
de la realidad que pudimos crear.
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Después de meses de silencio, regreso con esto, no sabría describirlo, el primero es casi una carta, el segundo es más bien una despedida.