viernes, 7 de agosto de 2009

Solo

Solo
de Dámaso Alonso

Como perro sin amo, que no tiene
huella ni olfato, y yerra
por los caminos...

Antonio Machado
Hiéreme. Sienta
mi carne tu caricia destructora.

Desde la entraña se elevó mi grito,
y no me respondías. Soledad
absoluta. Solo. Solo.

Sí, yo he visto esos canes errabundos,
allá en las cercas últimas,
jadeantes huir a prima noche,
y esquivar las cabañas
y el sonoro rendil, donde mastines
más dichosos, no ignoran
ni el duro pan ni el palo del pastor.

Pero ellos huyen,
hozando por las cercas torrenteras,
ventaneando luceros, y si buscan
junto a un tocón del quejucal yacija,
pronto otra vez se yerquen:
se yerguen y avizoran la hondada
de las sombras, y huyen
bajo la indiferencia de los astros,
entre los cierzos finos.

Oh, sí, yo tengo miedo
a la absoluta soledad.
Miedo a tu soledad. Sienta tu garra,
tu beso de furor. Lo necesito
como un perro el castigo de su amo.
Mira:
soy hombre, y estoy solo.

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Estoy feliz... pero también estoy de luto. Estoy en duelo por tí, a quién conocí hace ya cinco años y a quién perdí estúpidamente hace quizás dos...

Ahora el tiempo de decir adiós está tocando mi puerta y voy a dejarle pasar.

Perdón por todo lo que te hice, no te insulto diciendo que no fue mi intención, porque a veces lo fue, pero sí te aseguro que me arrepiento. Por primera vez tengo algo de que arrepentime. Tú me enseñaste lo que es el arrepentimiento.

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