domingo, 22 de noviembre de 2009

Soneto IX

Soneto IX
de Pablo Neruda

Al golpe de la ola contra la piedra indócil
la claridad estalla y establece su rosa
y el círculo del mar se reduce a un racimo,
a una sola gota de sal azul que cae.

Oh radiante magnolia desatada en la espuma,
magnética viajera cuya muerte florece
y eternamente vuelve a ser y a no ser nada:
sal rota, deslumbrante movimiento marino.

Juntos tú y yo, amor mío, sellamos el silencio,
mientras destruye el mar sus constantes estatuas
y derrumba sus torres de arrebato y blancura,

porque en la trama de estos tejidos invisibles
del agua desbocada, de la incesante arena,
sostenemos la única y acosada ternura.

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No había leído a Neruda en un rato, no iba con mi humor, sus poemas eran demasiado amorosos y yo estaba en un estado muy no-amoroso.


Ahora que regresa por aquí yo sólo puedo asegurar que ya no estoy en un estado no-amoroso... quizás esté en un estado radicalmente contrario.


Aunque eso todavía no lo puedo comentar.


Reitero, de ahora en adelante solamente carcajadas.